martes, 27 de agosto de 2013

Las ventajas de quedarse a trabajar tarde

Dibujos de Pepe de la Herrán
HOY ME QUEDÉ HASTA tarde en la oficina, lo que en mí es bastante raro. Aproveché para avanzar en tres textos distintos que tengo que escribir para ayer ("ayer" a veces es futuro), pero no es ésa la ventaja a la que me refiero en el título.

En plena concentración alguien llama a la puerta de mi cuchitril mal ventilado. Es José de la Herrán. Hace ya muchos años, después de una cena en casa de un amigo suyo en Monterrey -y en vista de que nos habíamos divertido mucho juntos- José me dijo inesperadamente "dime Pepe", y así lo he hecho desde entonces, sin perder de vista el honor que este ofrecimiento de familiaridad representa. Recuerdo que al salir de la cena, ya entrada la noche, hacía mucho más frío y viento que cuando entramos y Pepe  dijo: "el clima va en franca mejoría negativa". Así pues, era Pepe de la Herrán. Pepe y yo tenemos un acuerdo tácito: de tarde en tarde, cuando pasa por mi puerta, entra a comentar conmigo algún acontecimiento científico reciente. Muchas veces la conversación deriva hacia el tesoro de historias que guarda en su memoria. Pepe de la Herrán no es un narrador cualquiera: modula el tono de la voz para darle a lo que va contando el significado correcto, no deja fuera las emociones, no le teme al "yo" y tiene un fino sentido de la progresión dramática.

Esto es lo que me contó. Su amigo Norman Cole era experto en espejos de telescopio. Los espejos de telescopio se pulen a partir de un tejo de vidrio al que se le va quitando lo que le sobra para ser una parábola por la parte superior, un poco como esculpía Miguel Ángel: tomaba una piedra y le quitaba todo lo que no era la escultura. Los telescopios profesionales requieren espejos grandes -desde un metro hasta ocho de diámetro- y se pulen a partir de tejos muy pesados y frágiles pese a lo flexibles que son las pastillas de vidrio de esos tamaños. Hay que escoger muy bien el material con que se hacen: tiene que ser un vidrio muy especial y una de las características más buscadas es que no se rompa fácilmente.

Norman Cole estaba de visita en una fábrica de tejos de vidrio para espejos de telescopio (creo que Owens Illinois). En la fábrica tenían la costumbre de echar a la intemperie los tejos fallidos y dejar que las inclemencias del tiempo (y especialmente el vaivén del calor al intenso frío del invierno illinoisiano) los fueran fragmentando para luego recoger los pedazos y volverlos a usar en otra colada. Cole salió al solar de los tejos muertos y lo encontró sembrado de cadáveres vítreos. Pero había un tejo que no se había roto. "Tenía un error de composición y lo tiramos", le dijeron. "Pero no se ha roto", observó Cole. "No, no se ha roto", le dijeron. Entonces Cole volvió a decir con más énfasis: "¡Pero no se ha roto!"

Norman Cole pidió todos los registros de esa colada. "Y como allá no se ocultan los errores como en México, sino que se escriben...", me contó Pepe de la Herrán.

Se probó la composición que se había considerado errónea y dio espejos mucho más resistentes. Desde entonces y durante mucho tiempo se usó ese tipo de vidrio para fabricar espejos de telescopio.
Pepe me contó otras cosas: por ejemplo, que cuando él estaba diseñando y supervisando la construcción del telescopio del Observatorio Astronómico Nacional en San Pedro Mártir, Baja California, se le ocurrió cuestionar la costumbre de hacer los tejos de un espesor igual a un sexto de su diámetro. Como nadie le supo dar razón de esa regla más allá de "así se ha hecho siempre", Pepe se puso a pensar y acabó inventando una manera de aligerar el espejo (lo que al mismo tiempo lo hacía más resistente y más barato), pero dejaré que sea él quien lo cuente en un artículo que espero que podamos publicar pronto en ¿Cómo ves?

sábado, 24 de agosto de 2013

Vajes en el tiempo

Mi plática Pídele al tiempo que vuelva desde la Universidad de Costa Rica, sede Liberia, el 23 de agosto de 2013:


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sábado, 3 de agosto de 2013

"Agonía y éxtasis de Steve Jobs" a discusión. Los espero.

"What would you say about a young man who had a strange theory about a certain work of art, believed in his theory, and committed a forgery in order to prove it?"

(¿Qué dirías de un joven  que,  habiendo concebido una extraña teoría acerca de cierta obra artística, teoría en la que tiene fe, hubiera cometido una falsificación para demostrarla?)

--Oscar Wilde, The Portrait of Mr. W.H.

El martes 6 de agosto estoy invitado a discutir el espectáculo Agonía y éxtasis de Steve Jobs, de Mike Daisey, en su puesta en escena chilanga dirigida por Claudia Romero. El espectáculo no es exactamente una obra de teatro en el sentido tradicional. Se originó en un monólogo que escribió el actor y narrador Mike Daisey a partir de una investigación de campo que llevó a cabo en China, en las fábricas donde se hacen los productos de Apple Computer. Mike Daisey cuenta que recorrió varias plantas con una traductora, haciéndose pasar por negociante, para ver las condiciones en que operan los proveedores chinos de Apple. Durante su monólogo Daisey narra historias desgarradoras de explotación infantil, hacinamiento, insalubridad y violaciones de los derechos humanos. La culminación dramática del monólogo de Daisey es la historia de un anciano que perdió una mano en una máquina y nunca recibió indemnización. En la historia el actor le muestra su iPad. El anciano nunca ha visto uno de estos aparatos pese a que perdió la mano por fabricarlos. El viejo trabajador manco se maravilla y dice que el aparato es una especie de magia. Muy melodramático...

...y, ahora resulta, completamente falso. Todo empezó cuando Daisey permitió que se presentara su monólogo en el programa de radio This American Life, conducido por Ira Glass, a sabiendas de que los productores de ese programa exigen que las historias que transmiten cumplan las normas de veracidad del periodismo. Antes de aceptar una historia para transmitirla el equipo de Glass verifica fuentes, confirma informes y en general comprueba que se cumplan esas normas. Pero Daisey presentaba su espectáculo como periodismo, es decir, como hechos presenciados por Daisey y verificables por terceros. Los productores le creyeron. Es lo que se conoce como buena fe. La historia se transmitió. Yo la escuché, embelesado, en el coche. Daisey es un magnífico narrador, de eso ni duda cabe.

Luego alguien en el equipo de This American Life se topó con indicios inquietantes de que por lo menos algunas partes de la narración de Mike Daisey eran falsas. El equipo emprendió una investigación: buscaron a la traductora (y la encontraron, pese a que Daisey les dio pistas falsas para evitarlo); la traductora desmintió que Daisey hubiera visitado muchas fábricas, que hubiera guardias con armas de fuego, y sobre todo que hubiera niños trabajando en las plantas que sí visitaron; revisaron rimeros inmensos de auditorías y cuentas de Apple, consultaron expertos...y finalmente confrontaron a Daisey ante los micrófonos del programa. Daisey confesó haber inventado muchos elementos de su estupenda narración y lamentó lo que reconoció como el error de haber presentado su obra en This American Life sabiendo cabalmente que es un programa que pone por encima de todo la veracidad en el sentido tradicional del mejor periodismo. Al final del episodio de retractación de la historia de Daisey, el equipo dedica un segmento del programa a extraer de reportajes serios una imagen de las verdaderas condiciones de trabajo en las fábricas chinas que abastecen a Apple Computer, y aunque la imagen que emerge sigue sin ser muy halagüeña para Apple, de ninguna manera pinta al monstruo de explotación capitalista sin escrúpulos que se desprende del monólogo de Daisey.

Al final el asunto que se ilumina con todo esto no es tanto si Steve Jobs era un explotador repugnante o no (eso puede seguir en debate y cada quien se hará su opinión), sino el espinoso concepto de la verdad. La ciencia y el periodismo comparten la idea de que la verdad se construye tentativamente a partir de "hechos" que se pueden corroborar por distintos caminos: testimonios, documentos... En cambio en las artes esto no tiene mucha importancia: las mejores novelas son obras de imaginación y nadie en su sano juicio exige que lo que narran haya sido "verdad" en el sentido periodístico o científico. ¿Una pintura es "verdad"? A mí me parece que la pregunta ni siquiera tiene sentido. Who cares? Eso no es lo que le pedimos. Así pues, Mike Daisey está en su derecho de inventar para construir un espectáculo apasionante, pero no a presentar su historia como periodismo... ¿o sí?

Vamos a discutirlo el martes 6 de agosto. La función de Agonía y éxtasis de Steve Jobs empieza a las 8:00 PM en el teatro del Hotel NH, en Liverpool 155, Zona Rosa. Actúa Alfonso Dosal, dirige Claudia Romero, produce División Teatro de OCESA, Morris Gilbert y Federico González Compeán.