viernes, 13 de abril de 2012

La lección de los neutrinos

En septiembre de 2011 un grupo de investigación europeo basado en el Laboratorio del Gran Sasso, Italia, publicó informalmente un artículo que causó sensación porque -si fuera cierto lo que anunciaba- se vendría abajo una de las pocas teorías que se consideran pilares de la física por universales y sólidas: la teoría especial de la relatividad. Con ella se derrumbarían también cien años de confianza y cientos de miles de investigaciones basadas en ella. Una catástrofe... si fuera cierto.

Un artículo científico no es el anuncio indiscutible de verdades impepinables. Es una invitación a la discusión, a veces un desafío y en el caso del grupo OPERA, un llamado de auxilio; pero los medios de comunicación de todo el mundo no lo entendieron así. Los medios en general sólo se interesan en un acontecimiento científico si lo pueden contar en el registro melodramático de la iluminación divina que de un plumazo trastoca nuestra visión del mundo y pone de hinojos a los arrogantes que creían poseer la verdad absoluta. Si no hay un genio que con sus reflexiones echa por tierra una creencia añeja y de paso humilla a un ídolo, el suceso no tiene valor de noticia y nadie se entera. Lo malo es que la ciencia nunca es así. El resultado es que la ciencia muestra en público una cara falsa.

Concretamente, lo que anunciaba el artículo del grupo OPERA es que en un experimento un haz de partículas llamadas neutrinos parecía viajar más rápido que la luz. Ahora bien, la teoría especial de la relatividad demuestra, entre otras cosas, que nada puede viajar más rápido que la luz y por muy buenas razones, que podemos discutir en otra ocasión. Por lo tanto, el experimento del grupo OPERA implicaría -si no contuviera errores, inconsistencias, descuidos experimentales- que la teoría especial de la relatividad falla.

"¡Einstein se equivocó!", fue el clamor mediático típico, pero no era ése el mensaje. Si uno lee las conclusiones del artículo del grupo OPERA observa que el lenguaje es cauteloso, como se debe, no vocinglero y chillón como se dio a entender. Los investigadores reportan desapasionadamente cómo hicieron sus mediciones, así como el resultado anómalo y todas las verificaciones a las que lo han sometido antes de decidirse a publicar. Al final escriben: "Pese al alto grado de confianza estadística del resultado que reportamos y la estabilidad del análisis, el gran impacto que podría tener nos motiva a proseguir nuestros estudios para investigar posibles efectos sistemáticos aún desconocidos que pudieran explicar la anomalía. Deliberadamente no intentamos interpretaciones teóricas ni fenomenológicas de los resultados".

Dicho de otro modo: encontramos un resultado muy anómalo y nos preocupa porque no vemos dónde pueda estar el error; ¡auxilio!

A las pocas semanas de publicarse el artículo en la base de datos arxiv.org (en vez de en una revista especializada, que lo hubiera sometido a filtros muy estrictos antes de publicarlo) nos enteramos de que hubo en el equipo mucha gente que votó contra publicar el resultado, incluso de manera informal en arxiv. Les parecía prematuro.

Los físicos reaccionaron en bloque: aquello simplemente no podía ser, y no porque Einstein sea un ídolo -no hay ídolos en la ciencia, sólo ideas que resisten las patadas o no-, sino porque la teoría especial de la relatividad no ha fallado ni una sola vez en cien años (y se ha puesto a prueba millones de veces). Más que una simple explicación de hechos observados, la teoría especial de la relatividad es la estructura misma de una buena parte de nuestro conocimiento físico del universo. Nadie la iba a desechar a la primera sospecha de fallas. Por lo tanto, el resultado del grupo OPERA tenía que ser un error.

Se abrieron dos frentes de batalla: uno que buscaba explicaciones alternativas por el lado teórico y otro que pugnaba por encontrar el error por el lado técnico. En el segundo frente hubo grupos de investigación que se pusieron a equipar sus laboratorios para repetir el experimento OPERA, una parte fundamental del proceso científico (lo que no se puede repetir no cuenta para la ciencia). Allá, muy en lo profundo de sus mentes, yo creo que todos se decían con emoción "¿y si fuera cierto?", aunque sin grandes esperanzas.

El consenso se solidificó en torno a la respuesta más razonable, más probable y reconocidamente más aburrida: debe de haber un error en las mediciones.

Hace unas semanas, cuando el asunto ya estaba casi archivado, se hizo público que en los experimentos originales se detectaron dos posibles errores: un cable defectuoso y un reloj atómico mal portado. Asunto concluido, podríamos pensar, el resultado no fue una anomalía, sino un error y sanseacabó. El problema es que uno de los errores sesgaría los resultados hacia el lado razonable, pero el otro, al contrario, lo haría aún más anómalo.

Einstein dijo una vez, refiriéndose a la naturaleza: "Dios es sutil, pero no malicioso". Ésta última ironía del destino me deja la duda.