viernes, 24 de junio de 2011

Sol, ¡despierta!

Agradezco a Galileo Galilei el dibujo del sol lleno de manchas. Galileo lo trazó a lápiz en 1612, a partir de sus propias observaciones. No era la primera vez que se le veían imperfecciones cutáneas al sol, pero sí la primera que se interpretaban como un fenómeno propio de la estrella, y no como la silueta de Mercurio o de Venus al transitar frente al disco solar. Galileo no sabía qué eran las manchas, pero sí sabía que eran solares. Desde entonces los astrónomos no han dejado de mirarle el rostro al sol en busca de estos lunares, barros y espinillas.

Lo primero que notaron los astrónomos europeos después de ponerse de moda el deporte de observar manchas solares fue que el número de manchas por año sigue un ciclo de aproximadamente 11 años (con bastante variación). Un ciclo solar típico sigue este programa:

Cuando hay pocas manchas, el sol está tranquilo y aburrido. Por lo general, también hace un poco más frío en la tierra, aunque no está tan clara la relación entre la actividad solar y las temperaturas terrestres. Es el "mínimo solar". Luego el sol empieza a despertar: se forman cada vez más manchas, la estrella se inquieta, se eriza de llamaradas gigantes como si se le pararan los pelos y expulsa bocanadas de materia solar en todas direcciones como un fumador frenético con síndrome de abstinencia. Esta actividad tiene consecuencias en la tierra: las partículas eléctricamente cargadas que llegan del sol en multitudes cada vez más tupidas durante el máximo solar se enzarzan en el campo magnético del planeta y chocan con los átomos de la atmósfera. El encuentro produce auroras en las latitudes altas, tanto al norte como al sur. Durante el máximo solar las auroras bajan de latitud. Hubo un máximo tan intenso en los años 50, que mi papá pudo ver auroras en el estado de Veracruz.

El último máximo solar culminó alrededor de 2001 y el mínimo que lo siguió se produjo puntualmente por 2007-2008. Pero entonces se difundió un rumor entre la comunidad de expertos del sol. Se decía que el mínimo se estaba prolongando más de la cuenta. David Hathaway, físico solar que trabaja en la NASA, creyó necesario pronunciarse para disipar el rumor: no, señor, el sol estaba muy bien, gracias. Hathaway mostró que el retraso del ciclo solar era normal (después de todo, el ciclo nunca ha durado exactamente once años).

Dos años después, en 2010, David Hathaway ya no estaba tan seguro. El sol seguía en estado letárgico: muy pocas manchas y ninguna llamarada. No era la primera vez que fallaba el ciclo solar. Entre 1645 y 1715 casi no hubo manchas solares. Pese a todo, el retraso del ciclo actual sí es el más notable de los últimos 100 años. En diciembre de 2009 por fin apareció un grupo de manchas solares, pero el sol no despertó. Hoy parece que el ciclo solar está arrancando. En estos momentos hay unas 50 manchas solares y una bocanada de materia solar viene en camino a nuestro barrio. Se esperan más auroras y posibles desperfectos en satélites de comunicaciones. Pero la actividad solar sigue por debajo de lo normal. Algo está pasando en el interior del sol.

Todos los días se nos anuncian sucesos insólitos y calamidades que se pueden atribuir en parte a las actividades humanas, pero en este caso no es nuestra culpa. Si el sol fuera una pelota de basketball, la tierra sería una bolita de 2 milímetros de diámetro situada a más de 30 metros: se puede decir que el sol ni se ha enterado de que existimos. No sé si sea un gran consuelo, pero este fenómeno de ninguna manera se nos puede achacar. Tampoco es castigo divino.

Y tampoco es grave, al parecer. Lo que sí tiene interesados a los físicos solares es que este comportamiento es una oportunidad para ajustar los modelos matemáticos que usan para predecir los ciclos solares. A lo largo de años de recoger datos con telescopios terrestres y satélites de observación solar, los físicos han construido un modelo del interior del sol. Según parece, en las entrañas de nuestra estrella el material fluye en dos grandes bandas de convección que transportan material y campos magnéticos ora hacia el interior del sol, ora hacia su superficie, un poco como las corrientes marinas o atmosféricas en la tierra. Hathaway y su grupo de investigación examinaron datos de la velocidad del material cerca de la superficie del sol y notaron que se ha ido incrementando desde 2004. Al mismo tiempo, la circulación en las profundidades del sol se ha reducido a niveles dignos del tráfico en la Ciudad de México según otro equipo, dirigido por Rachel Howe y Frank Hill, del Observatorio Solar Nacional, en Arizona. Algo anda mal, pero no con el sol, sino con nuestros modelos, porque es muy difícil explicar que en un mismo circuito cerrado de material solar haya tramos de flujo intenso y tramos de estancamiento. El sol, sin saberlo él, nos está ofreciendo una oportunidad para entenderlo mejor.

Entretanto, no hay de qué preocuparse. Según estudios de abundancia de elementos radiactivos y crecimiento de árboles en el pasado (ambas variables están relacionadas con el ciclo solar), ha habido unos 150 periodos de letargo solar prolongado en los últimos 8,000 años. Aunque no hay consenso sobre el efecto que esto pueda tener sobre el clima en la tierra, al parecer los mínimos solares prolongados no tienen consecuencias graves.